VIII
Puedo verme a mí misma años atrás en Sunion,
con forma de mujer, rengueando por el largo sendero,
recostada en un promontorio sobre el mar oscuro,
mirando las piedras rojas abajo, donde un espiral
de blancura me decía que había golpeado una ola,
imaginando el empujón del agua desde esa altura,
sabiendo que el suicidio no es lo mío,
pero todo el tiempo cuidando y midiendo esa herida.
Bueno, se terminó. La mujer que quería
a su sufrimiento está muerta. Yo soy su descendiente.
Amo la cicatriz que me legó,
pero de acá en más quiero seguir con vos
luchando contra la tentación de hacer del dolor una carrera.
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