Palpé mi vida con mis dos manos
para ver si estaba ahí –
sostuve mi espíritu en el vaso,
para probar si era más posible –
di vuelta mi ser vuelta y vuelta
y me detuve en cada corral
para preguntar el nombre del dueño –
dudando, de reconocer el sonido –
examiné mis facciones – arreglé mi pelo-
provoqué mis oyuelos, y esperé –
si ellos -brillaban de nuevo-
mi convicción podría, de mi-
me dije a mí misma, «ten coraje, amiga-
eso- fue un tiempo atrás –
pero podríamos aprender a amar el cielo,
como a nuestra vieja casa»
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