Entre otras cosas, escribo para que no suceda lo que temo, para que lo que me hiere no sea. Se ha dicho
que el poeta es el gran terapeuta. En este sentido, el quehacer poético
implicaría exorcizar, conjurar y, además, reparar. Escribir un poema es reparar
la herida fundamental, la desgarradura. Porque todos estamos heridos.
Entrevista de Martha Isabel Moia a Alejandra Pizarnik, publicada en El deseo de
la palabra, Ocnos, Barcelona, 1972.
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