Hoy se murió Lohana Berkins. Recuerdo que la quise conocer cuando me enteré que era la fundadora y presidenta de la escuela y cooperativa textil
Nadia Echazú en el barrio de Avellaneda, Buenos Aires. La fundó en 2008 y se convirtió en el primer emprendimiento
laboral a nivel mundial gestionado y administrado por personas travestis y
transexuales. El objetivo del proyecto es romper con el paradigma travesti-prostitución a
través de la educación y el aprendizaje de un oficio. Recién la pude conocer en 2012. Yo estaba trabajando en
una nota. Por esos días, estaban pasando cosas
importantes: fue sancionada la Ley de Identidad de Género.
Lohana
Berkins es una dirigente que dedicó su vida a luchar por los derechos
de las personas trans. Cuando decimos trans, generalmente incluimos las tres
T: travestis, transexuales y transgéneros. Lohana también militó por la
legalización del aborto, contra la violencia de género y contra la prostitución como
un trabajo.
La admiro por su historia, por su militancia, por su fuerza y
compromiso. Era presidenta de la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti - Transexual (ALITT). Trabajaba en la Oficina de Identidad de Género y Orientación Sexual, del Observatorio de Género en la Justicia de Buenos Aires. Publicó dos libros fundamentales para entender la situación de la comunidad travesti en la Argentina: La gesta del nombre propio (2005), junto a Josefina Fernández, y Cumbia, copeteo y lágrimas (2007), reeditado hace poco por Ediciones Madres de Plaza de Mayo.
Escuché muchas veces esa entrevista. Hoy la voy a buscar porque
quiero escuchar su voz otra vez.
“Yo ando por ahí y parezco una
señora gordita, también soy católica, y hasta ahí está todo bien. El problema empieza cuando nosotras
pedimos derechos. Ahí es cuando la sociedad enloquece. Nosotras
pedimos que dejen de matar compañeras, que la policía deje de detenernos
ilegalmente. Cuando luchamos por nuestros derechos empieza el problema. Nosotras vamos a pedir trabajo
y hay problema. Queremos estudiar y hay problema. Vamos a un hospital y hay problema. La batalla fue, es y seguirá siendo cultural”, me dijo ni bien prendí el grabador.
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