Yo me nazco, yo misma me levanto,
organizo mi forma y determino
mi cantidad, mi número divino,
mi régimen de paz, mi azar de llanto.
Establezco mi origen y termino
porque sí, para nunca, por lo tanto.
Soy lo que se me ocurre cuando canto.
No tengo ganas de tener destino.
Mi corazón estoy elaborando:
ordeno sufrimiento a su medida,
educo al odio y al amor lo mando.
Me autorizo a morir sólo de vida.
Me olvidarán sin duda pero cuando
mi enterrado capricho lo decida.
mi enterrado capricho lo decida.
Parte I, de Asunción de la poesía, María Elena Walsh
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