La
noche, el porche
Mirar
fijo el vacío es aprender de memoria
el
lugar hacia donde seremos arrastrados,
y
desnudarse al viento es sentir lo inasible
en
algún lugar, cerca. Los árboles se pueden
agitar
o estar quietos. El día o la noche pueden
ser lo
que quieren ellos. Lo que deseamos, más
que una
estación o un clima, es la comodidad
de ser
extraños, aunque sea para nosotros.
Ése es
el quid de la cuestión. Incluso ahora
pareciera
que estamos esperando algo,
que con
su aparición se esfumara. El sonido
de unas
hojas que caen, o quizá de una sola,
o
menos, todavía. Lo que hay para aprender
es
infinito. El libro nos dice todo eso
pero
jamás fue escrito con nosotros en mente.
*
La
buena vida
Estás
parado junto a la ventana.
Afuera
hay una nube de vidrio que parece un corazón.
Los
suspiros del viento son como cuevas entre tus palabras.
Sos el
fantasma en ese árbol de afuera.
La
calle está en silencio.
El
tiempo, de la misma manera en que el mañana y que tu vida,
parcialmente
está acá, parcialmente en el aire.
No
podés hacer nada.
La
buena vida llega sin aviso:
erosiona
los climas de la desesperación
y se
presenta, a pie, de incógnito, sin ofrecerte nada,
y vos
estás ahí.
Traducción
E. Zaidenwerg
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