Otra
vez es tiempo de ir a la montaña
a
buscar una cueva para hibernar.
Voy
sin mentirme: la montaña no es madre, sus cuevas
son
como huevos vacíos donde recojo mi carne
y
olvido.
Nuevamente
veré en las faldas del macizo
vetas
minerales como nervios petrificados, tal vez
en
tiempos remotos fueron recorridos
por
escalofríos de criatura viva.
Hoy,
después de millones de años, la montaña
está
fuera del tiempo, y no sabe
cómo
es nuestra vida
ni
cómo acaba.
Allí
está, hermosa e inocente entre la neblina, y yo entro
en
su perfecta indiferencia
y me
ovillo entregado a la idea de ser de otra sustancia.
He
venido por enésima vez a fingir mi resurrección.
En
este mundo pétreo
nadie
se alegrará con mi despertar. Estaré yo solo
y me
tocaré
y si
mi cuerpo sigue siendo la parte blanda de la montaña
sabré
que
aún no soy la montaña.
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