Sunday, December 03, 2023

Lavanda de Luciana Tani Mellado

Lavanda

1.

No tengo nada en contra mío
pero le pongo empeño
en derrumbarme
a veces
como la lavanda
sobre su tallo
leñoso
y retorcido.

Rodeo con la mirada
la planta
que en una esquina
del cantero
se yergue
y se derrama
hacia la calle.

Abro la canilla y empiezo el riego.

La tierra quiere conversar:
quien habla no está muerto.

Me contento con entrever
un modo de existencia
aunque me falte
el lenguaje.

2.

Abandono el deseo
de abandonarlo todo.

Armo un ramo de lavanda
y recojo las sobras de cada espiga
toda molida como la fe.

Me gustan las flores apenas cortadas,
cuando su vida existe
lejos del cuidado
y las expectativas de futuro.

Miniaturas violetas,
sus despojos fragantes
se desarman adentro de mi mano.

Las huelo y florece en mí
un recuerdo que se vierte
en cada gota de agua.

La presión del riego es fuerte
como la orina de un potrillo.

Una luz modesta tiembla
entre los árboles.

La lluvia de la manguera golpea
la fragilidad de las flores pequeñas.

3.

Mi abuela guarda en la cartera
un cordón umbilical
y unos mechones
de pelo.

Hojas secas de la vida.

Podría escribir con las plantas
un libro de preguntas.

Para existir necesita
ser nombrado.

Una mujer sin lengua
crece en la corteza
que habla.

El agua orienta al agua,
el aire orienta al aire.

Yo no puedo orientarme
a mí misma.

Corto mi cabeza como una flor.

Quiero restituir un orden.

Riego el silencio de las flores
con palabras.

Amenazo la bondad de la naturaleza.

También tuve lagartijas en mi infancia
pero ellas no me hablaron
ni me dijeron madre.

La lavanda crece mejor
en suelos secos.

Oscurece.

Me animo a silbar
aunque sea de noche.




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