Yo tenía una perra que amaba las flores.
Atolondrada iba por el campo
pero se detenía en la madreselva
o en la rosa con su cabeza oscura
y su hocico mojado tocando la cara
de todo el mundo con sus pétalos
de terciopelo su perfume en ascenso en el aire
donde las abejas sus cuerpos
pesados de polen flotaban
y simplemente adoraba cada flor
no con la seriedad y el cuidado
con el que nosotros elegimos esta o aquella flor
la forma en que elogiamos o no
la forma en que amamos o no
sino la forma en que deseamos ser
así de felices el cielo en la tierra.
No comments:
Post a Comment