La primera palabra que le enseñaré a mi hija será "no".
La cantará y la gritará para mí
y nunca le voy a decir que se calme.
La dirá cuando le pida que se vaya a la cama
cuando le ordene que no coma un dulce más
o que apague la televisión.
"No" será la palabra favorita de mi hija.
No sólo le voy a enseñar a decirla
sino a repetirla una y otra vez
hasta que cada átomo de su pequeño cuerpo vibre con ella.
Si la hace menos suave que el resto de las niñas
la llevaré a museos para mostrarle
en lo que el mármol y la piedra pueden convertirse.
Le cepillaré el pelo y dejaré que se vista como quiera.
Si esto la vuelve una guerrera en un jardín de flores
sabré que puede caminar sin miedo a que la pisen.
La primera palabra que le enseñaré a mi hija será "no"
y cuando crezca en un mundo que le insista
en que no debe caminar sola en la calle
ese "no" se escuchará como un rugido
que hace eco en toda la cuadra
sin acatar nunca la orden de guardar silencio.
No conocerá el significado de esa palabra.
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