"A tu cuerpo se lo llevan a pulso las palabras que se dicen para no hablar", dice Zelarayán al empezar este poema bestial. Esas palabras que se dicen para no hablar, ¿para qué sirven? ¿para ocultar? ¿para encubrir?
Va el poema completo:
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Materia prima melancólica - Ricardo Zelarayán
A tu cuerpo se lo llevan a pulso las palabras que se dicen
para no hablar.
Carretilla sin rueda, tu baúl de cartón colorado se derrumba
entre las vías muertas.
Y todo huele a pluma quemada.
Pasan dos peones forcejeando en una zorra. Y ya se alejan
hipando:
-¡No te echés p’atrás, brasa en el culo!
-Y vos no me sigas dando soga, che…
Eras nomás la vecinita aquella, la que esperaba el ómnibus
en el descampado, bajo la sombra rala del paraíso aquel.
Última chance: las palabras resbalan como agujeros de
cinturón.
Hay que llevarse el cuerpo que amenaza siempre con la última
palabra.
La palabra filosa contra los palabreros de ley que acabarán
por apalabrarnos.
Metido en bolsa de arpillera se sienten las patadas de los
materos
de amargos. Después, el gusto del sisal con que te cosen la
boca,
las orejas, los ojos y el culo, naturalmente.
El tordillo desensillado masca sus brotes agrios. Hay moscas
sobre
la bosta dulce y fresca. La roldana canta y canta mientras
el balde
sube y baja. Agüita de las palabras.
Es sábado. Los obreros de vialidad ya se fueron de farra. El
viento
silba entre las chapas de la casilla solitaria junto a la
ruta. Poco
más allá, rosa de fuego en la penumbra, un camión arde ahí
nomás,
haciendo señas.
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