Circe Maia en su casa. Foto: Iván Franco |
Dice la voz de la lluvia:
-Soy la misma de hace mil años
y de aquí a otros mil, seré la misma.
Pero una gota, rota en la ventana,
no está de acuerdo.
Exterior
Todo está fuera
nada queda dentro.
Tú mismo estás afuera, a medio hacerte
a medio construir, como esa casa llena de andamios.
Lo más hondo no es íntimo: está afuera.
Hondura de vivir día por día
con otros, entre otros.
Falsa hondura del abismo
que sólo tú has pisado
y entre sueño has visto.
Demasiados abismos verdaderos
hay que cruzar, despójate de sombras
mira el real abismo:
se ha abierto como un tajo sobre el suelo
de la querida tierra
y tal vez no lo has visto.
Tal vez cruzas sin ver por dónde andas
de qué lado caminas, dónde apoyas
el pie... Tal vez estás perdido
en marañas espesas, trepadoras
dentro de ti. Arráncalas, arráncalas.
Lo más hondo no es íntimo.
II
No es cierto que busquemos la belleza
-relucientes racimos de palabras-.
No es la belleza que amas en tus hijos
ni tampoco en las cosas.
(Hallaría muy triste
que te gustara tanto la lindura.)
Amamos realidades porque existen
porque son verdaderas.
Pero ves qué desgracia:
se nos vuelven palabras - esqueletos.
"Verdadero", "real" suenan a nada
cajón vacío, ruido.
Una hoja de árbol se estremece.
La mano mueve el lápiz.
Una voz llama. Ahora
mismo, ahora
el instante en que
lees
la palabra "palabra"
¿qué círculos te envuelven
qué piso te sostiene
qué mira tu mirada?
de Cambios, permanencias (1987)
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