Yo me aproximo con un temblor
cuidadoso, y siempre
siento al final la tonta pregunta
cómo estuvo, qué se supone
que
tuvimos que sentir
y quién lo debe preguntar. Me
acuerdo
de aquella vez en un cuarto
alquilado
en la calle 27, la mujer que en
ese entonces
amaba, literalmente,
después de que hicimos el amor
en esa cama enorme,
sentada frente a un lavatorio con
dos canillas
quería hacer pis pero estaba
nerviosa
avergonzada, supongo, de que la
viera
yo, a ella que un momento antes
había estado completamente
abierta
ante mí, desnuda, en la misma
cama.
En cuchillas, su cabeza
reflejada en el espejo, su pelo
oscuro,
toda su cara, los hombros,
se sentó con las piernas abiertas
abrió una de las canillas y,
tímidamente, hizo pis. Tanto es
lo que amor aprendería de una
imagen así.
Robert Creeley
Traducción Florencia Abbate
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