Friday, March 11, 2016

Una reseña de "Todo hace ruido" por Mariel García

Me da mucha alegría cuando se dan estos intercambios. Mariel García, una poeta de Rosario, leyó mi libro “Todo hace ruido” y escribió una reseña muy hermosa. Comparto a continuación el texto y en el link va el posteo completo donde Mariel cuenta cómo nos cruzamos. También aparece el libro entre los cactus y algunos poemas que ella seleccionó. Gracias por tu lectura, Mariel ♡

Las cosas de frente - Por Mariel García
sobre Todo hace ruido de Jimena Arnolfi
(2013, Buenos Aires: Pánico el Pánico)

Todo hace ruido porque todo se mueve. En una obra de la dramaturga Romina Paula, uno de los personajes dice que todo lo vivo hace ruido, por más quieto o dormido que se encuentre, lo que está vivo, algo de ruido hace. El mundo es un motor en constante funcionamiento. La cabeza y el cuerpo.

Mucho ruido y pocas nueces, o al revés, como en el caso de este libro, poco ruido y muchas nueces: la cuestión pareciera ser también de estilo. En Todo hace ruido la voz poética es un ruido seco, seco por lo contundente, porque lo mojado chorrea, se deforma, ensucia, estropea. Así se trata a la vez de una cuestión de tempo: cada poema es un golpecito certero, dado en el momento preciso, un pequeño golpe que no rompe ni daña las cosas sobre las que cae sino que produce en ellas una vibración distinta, algún nuevo sonido. Como si las letras del poema fuesen las teclas de un piano: entonces una música transcurre sobre el ruido confiriéndole un orden diferente, pero la música no sobrevuela al ruido, está pegada a él, ella misma es ruido, igual que el cielo y los árboles están en el medio de la ciudad, entremezclados con sus edificios, cables y antenas, salvaguardándola de tanto vicio urbano. Es que la poesía es natural, según Juan L. Ortiz “está como en el aire”. Y si no, puede llegar a ser una bella arquitectura o un sofisticado artefacto con virtuosismo pero sin corazón, destinado a quedar confinado en el espacio y a perecer con el paso del tiempo.

Acá los poemas tienen bordes definidos, no son empalagosos ni pretenciosos, tampoco languidecen ante la banalidad aparente de las escenas cotidianas. Esa definición de los bordes está dada en parte por el tono general de afirmación que hay en los poemas (contadas veces aparecen las expresiones “creo” o “no sé”), pero en mayor medida lo está por cierto coraje en la escucha, no, valor, cierto valor -coraje sí suena empalagoso y pretencioso-: cierto valor para escuchar las cosas de frente, sin apabullarse ni desentenderse. Antes que humildes, son poemas justos. Antes que lamentarse por la ausencia de silencio, saben que pueden encontrarlo ahí, en el fondo o en los ecos de todo lo que hace ruido.




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