Tuesday, February 02, 2016

Desde las bisagras (2015), de Luciana Ravazzani; por Jimena Arnolfi



“Para mitigar el carácter de ofrenda/ el amor inventa”, dice Luciana Ravazzani en el primer poema de Desde las bisagras. Y aunque lo esté sacando de contexto, me gusta la idea. Un libro de poemas de amor que empieza con un postulado así: el amor inventa. Ese verso de la primera página quizás formule una posible clave poética para abordar el libro. No podemos ver hacia dónde vamos o con quién estamos realmente. ¿O sí?
Alguien dijo alguna vez que la persona que amamos es esa incógnita a punto de ser descifrada. Ravazzani mira con detenimiento a la persona amada a través de las bisagras.
El libro está organizado en cinco capítulos que cuentan los alrededores del amor, los de antes y los de ahora. Para retratar ese afán de combustión súbita, los poemas se encarnan en un “yo” tranquilo, propio de la contemplación.
La actitud descriptiva, observadora parece responder a ese realismo de la mirada enamorada que todo lo abarca. El amor como una pasión ilimitada que desea ser irrefutable.
“Descubrir que sólo yo/ te conozco en lo secreto”, remata uno de los poemas de “Cerca”, el primer capítulo donde la poeta cuenta un presente amoroso. Se trata de imágenes compuestas a partir de escenas mínimas de la vida cotidiana. Una colección de palabras íntimas, detalles que se van grabando solapadamente en la memoria y silencios compartidos, consensuados.
“Mientras caminábamos/ íbamos buscando/ tener gustos similares,/ cuando no coincidíamos/ se hacía un pequeño silencio/ y esperábamos que en la próxima observación/ estuviéramos de acuerdo”, dice. Hay momentos para atesorar como cuando tiene una revelación y estampa ese instante en que el tiempo queda aniquilado por la vislumbre absoluta del amor. Ravazzani escribe como yéndose a cada momento.
Esa noche con vos me di cuenta
de que podía ser feliz y que no me importara
que los motivos fueran nobles o elevados.
Esa noche podía reírme todas las veces de las ganas
mientras tomábamos cerveza en vasitos de plástico. 
El poema-corazón de esta parte del libro puede ser:
Él parece no ser
de este mundo
hasta que también
abre cartones de leche,
mira el horario,
habla por teléfono.
Qué tranquilidad
me invade
en esos momentos.
Pero amar también es estar triste y alegre, tranquilo y perturbado. O, ¿para qué sive la paz sin amor? Entonces aparecen los poemas a los amores de antes, a la distancia: “Le tuve un amor paciente,/ de estoiscismo de faro/ que no sabe sino mirar/ donde otros ven oscuridad”. O también: “Salimos a la noche con la sensación/ de que uno no alcanzaba para proteger al otro,/pero estábamos contentos” y finaliza: “no íbamos a funcionar nunca juntos,/ no podíamos odiarnos tampoco por eso”. Un poema bonsai: “Él olía como el aire,/ ¿o era que su perfume/ se me iba siempre a disipar?”.  Y a modo de bálsamo:
A veces me consuela pensar
que quizá hayamos elegido
lo mismo para cenar
o los dos estamos usando lana verde
a los dos nos tardó en venir el colectivo.
Todas esas veces es como si estuviéramos juntos.
En algunos poemas, la voz poética se detiene en plena observación. Detecta con anticipación ese momento en el que no quiere mirar más: “lo que no me fijo es en tus libros,/ imagino que escondés en otras cosas/ tu singular manera de pensar”.
Desde las bisagras también habla del deseo de escribir poemas. Por ejemplo, en la saga onírica del capítulo “Tu cara sol, tu cara sal” –ya lo dejó anotado el romántico Lope “el amor es sueño”-, la poeta relata que soñó con una estrofa y en otro texto empieza diciendo: “Soñé que escribía un poema de los que ya no escribo, un poema inesperado como son todos los poemas”.  En otro, resuelve: “El mes que viene pago las cuentas a término/ y te escribo un poema lleno de luz eléctrica”.
Hay una referencia al asunto de ese deseo, quizás imposible, por escribir “alguna vez un poema de atrás hacia delante” en uno de los textos de más largo aliento del capítulo “Lejos”.
La poesía es como una esponja que absorbe todo. Una sale, mira, anota y entra para mirarse y poder seguir. En ese sentido, Desde las bisagras: los poemas como resultado de la conexión entre el adentro y el afuera.
Mientras Ravazzani mira a la persona amada, todo escribe a su alrededor. Y por supuesto, que todo estalle. Que vivan los poemas de amor.

*Esta reseña fue publicada en Digo.Palabra.TXT

No comments:

Me gusta