Todo hace ruido,
todo tiene un peso, así que no queda más opción que saber cómo pararse en el
mundo para resistirlo. Pero tener
conciencia sobre algunas cosas puede complicarnos la vida.
Jimena dice: “Me gustaría saber más cosas/
sobre la vida conectada/ vivir cerca del río/ sumergir un saquito de té/ en
una tasa de cerámica”. En ese sentido, el libro funciona como una salvación,
festejando la vida a través de la naturaleza. Habla del dolor de sentir, pero
también es la promesa de una vida en paz.
El primer poema empieza diciendo “Todo lo que tengo en la cabeza/ es pánico/ pero el corazón/ es un músculo resistente”.
A lo largo del libro se despliega una
suerte de puja entre el corazón y la cabeza, lo que pensamos enfrentado a las
emociones que nos atraviesan. Por eso, bajo ese conflicto, los poemas de Jimena
también pueden leerse como las partes de un manual de instrucciones que sirve
para enfrentar la realidad: "evitar la falta de reacción/ dejar de
distraernos/ con lo que no importa" o “La actitud que tomemos será
crucial/ para sobrellevar este clima de fin de época” o “Limpio los cuerpos en
silencio,/ hay que dejar el pesimismo/ para días mejores”.
Este libro hace
ruido, o mejor dicho, produce un sonido hermoso que te acompaña después de
haberlo leído, por los menos a mí me pasó así, y eso es lo que mejor que te
puede pasar después de leer un libro, que siga vivo en uno después de los días.
Que algunos versos nos tomen por sorpresa o tener la necesidad de volver el
libro para leer algún poema de nuevo, yo volví dos veces y como es cortito, me
lo aprendí de memoria “En la radio/ suena una canción hermosa:/ es lo único que
hay/ antes de que haya algo”.
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