Se cansan de decir que la poesía no sirve para nada, ya es casi un cliché. Una gran poeta dijo, “la poesía no sirve para nada y por eso es absolutamente fundamental”. Entiendo que se refieren a la utilidad capitalista, de beneficio y rentabilidad, de lo que no estoy tan segura es de que nos convenga dejar que nos impongan, también, los significados. ¿Por qué regalarles las palabras? Podemos nombrar de nuevo y definir que útil es lo que sirve a la vida. Parece superfluo lo que digo en el contexto en el que estamos, pero no lo es. No somos animales de granja, no nos alcanza con comer, no poder crear también mata. A nosotros nos sirve la poesía, como nos sirve el mar, el verde, los cuadros de Botticelli o la ternura. Nos sirve para vomitar la alienación de este mundo de mierda, nos sirve para poder nombrar los abusos y los dolores, nos sirve para poner en palabras lo que nos conmueve y lo que nos mata, lo que arde. Nos sirve para contar lo sublime y lo inefable. Nos sirve para dar testimonio de que el universo por un brevísimo instante se definió en un cuerpo único al que llamamos yo. Nos sirve para llorar y para callarnos, para quitarnos del medio, para encontrar nuestro ritmo. Nos sirve, porque con apenas unos signos y unos silencios podemos comunicar lo sagrado. Hacernos preguntas, ser atemporales, patear el tablero, ser inconvenientes, interrumpir, salvar a un pibe de la humana miseria, sentirnos infinitos. Nos sirve para aprender a morir y para levantarnos cada día sabiendo que vamos a morir. Nos sirve para refundar el lenguaje que nos construye y construir otros mundos posibles. Nos sirve para hablar del mundo, sin hablar del mundo, porque queremos la vida para contarla. Claro que nos sirve la poesía.
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