Florecer es un logro.
Damos, en ojeada distraída,
con una flor y apenas sospechamos
las circunstancias mínimas
que colaboran al radiante asunto.
Tan intrincadamente elaborada
para ser ofrecida después al mediodía
como una mariposa.
Envolver el capullo y enfrentar al gusano,
obtener el derecho del rocío,
ajustarse al calor, burlar el viento,
escapar a la abeja rondadora
para no estar en falta con la naturaleza
que la espera aquel día…
Ser una flor es una honda
responsabilidad.
Traducción José Manuel Arango
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