Siempre tengo miedo.
¿Vos no? Todo zumba
en la cocina, mi
madre comenta que
lo que estoy leyendo
se ve denso. Digo
que no, que es
sobre la televisión
y empiezo a
explicarle el
estructuralismo y
Robert Young y
al pasar menciono
Zeborah que es
donde compré
el libro—
y estoy segura
que eso fue todo
lo que mi madre
escuchó.
No sé
por qué
no me llamaste
hoy
a la mañana.
¿Es porque
te escribí
sólo un poema
en agosto o es
que te doy
vergüenza?
Me elevo sobre
las pequeñas
y sinuosas colinas
de Manchester,
Massachusetts.
Ahí y por
la gracia
de dios
voy detrás
de una mujer
de mi edad
que arrastra
a dos niños.
Me apuro
para volver a
mi casa y recordar
qué postal
olvidé enviar.
¿Puedo sonar
animada
en una carta?
Mi madre
se sienta
al lado de
la estufa. Está
helado en
la cocina de
Nueva Inglaterra.
Aquí los comentaristas
deportivos son
divertidos y la
gente come un
montón y no son
muy amistosos,
pero te saludan.
No me
has llamado, eso
debe significar algo.
Que mi forma
de operar deberá
ser otra, meterme
sólo en mis
propios asuntos.
Existen, por
supuesto, los
medios masivos,
lo que todos ven
y todos saben.
¿Qué es lo
que todos
saben? ¿Acaso
les importa?
¿Se ve bien?
Y también
existe
el pequeño
y privado
mundo de
los sentimientos,
llamémoslo
acceso.
No me importa
cómo se vea
desde afuera o
si nos están
viendo miles
de millones
de televidentes, lo
que me importa
es ocupar
el sitio más
importante en
tu corazón
y un canal directo
al mío.
Quiero
que este rayo
sea largo,
poderoso
y verdadero.
¿Lo es?
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