Me da mucha alegría cuando se dan estos
intercambios. Mariel García, una poeta de Rosario, leyó mi libro “Todo hace
ruido” y escribió una reseña muy hermosa. Comparto a continuación el texto y en
el link va el posteo completo donde Mariel cuenta cómo nos cruzamos. También
aparece el libro entre los cactus y algunos poemas que ella seleccionó. Gracias
por tu lectura, Mariel ♡
Las cosas de frente - Por Mariel García
sobre Todo hace ruido de Jimena Arnolfi
(2013, Buenos Aires: Pánico el Pánico)
Todo hace ruido porque todo se mueve. En
una obra de la dramaturga Romina Paula, uno de los personajes dice que todo lo
vivo hace ruido, por más quieto o dormido que se encuentre, lo que está vivo,
algo de ruido hace. El mundo es un motor en constante funcionamiento. La cabeza
y el cuerpo.
Mucho ruido y pocas nueces, o al revés,
como en el caso de este libro, poco ruido y muchas nueces: la cuestión
pareciera ser también de estilo. En Todo hace ruido la voz poética es un ruido
seco, seco por lo contundente, porque lo mojado chorrea, se deforma, ensucia,
estropea. Así se trata a la vez de una cuestión de tempo: cada poema es un
golpecito certero, dado en el momento preciso, un pequeño golpe que no rompe ni
daña las cosas sobre las que cae sino que produce en ellas una vibración
distinta, algún nuevo sonido. Como si las letras del poema fuesen las teclas de
un piano: entonces una música transcurre sobre el ruido confiriéndole un orden
diferente, pero la música no sobrevuela al ruido, está pegada a él, ella misma
es ruido, igual que el cielo y los árboles están en el medio de la ciudad,
entremezclados con sus edificios, cables y antenas, salvaguardándola de tanto
vicio urbano. Es que la poesía es natural, según Juan L. Ortiz “está como en el
aire”. Y si no, puede llegar a ser una bella arquitectura o un sofisticado
artefacto con virtuosismo pero sin corazón, destinado a quedar confinado en el
espacio y a perecer con el paso del tiempo.
Acá los poemas tienen bordes definidos, no
son empalagosos ni pretenciosos, tampoco languidecen ante la banalidad aparente
de las escenas cotidianas. Esa definición de los bordes está dada en parte por
el tono general de afirmación que hay en los poemas (contadas veces aparecen
las expresiones “creo” o “no sé”), pero en mayor medida lo está por cierto
coraje en la escucha, no, valor, cierto valor -coraje sí suena empalagoso y
pretencioso-: cierto valor para escuchar las cosas de frente, sin apabullarse
ni desentenderse. Antes que humildes, son poemas justos. Antes que lamentarse
por la ausencia de silencio, saben que pueden encontrarlo ahí, en el fondo o en
los ecos de todo lo que hace ruido.
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