En un pasillo escuché a un tipo afirmar: “Cuando una mujer
está tan producida, es obvio que está soltera” (¿?). Otra idea que circula, muy
popular es: “Si una mujer dice que no, es sí”. ¿De dónde sacan esas máximas,
caballeros?
Las mujeres también nos hacemos eco de estereotipos como ese,
que además están, en general, 'armados' por los varones. ¿Cuántas veces
escuchamos a alguna amiga jactándose de que su pareja, el varón, el compañero
en cuestión, “las ayuda con las cosas de la casa”?. En algún momento aceptamos
que 'las cosas de la casa son de las mujeres'. Claro que las cosas de la casa
son las cosas sucias de la casa, las cosas desordenadas de la casa, esas cosas
de la casa.
Hace un rato, también, una compañera de trabajo comentaba lo
difícil que resulta revertir algunos conceptos que trae su niña del jardín. Mi
compañera explica a su hija que no hay juegos de nene y juegos de nena, que no
hay colores de nena y colores de nene, etc, como algunas maestras enseñan.
Estamos en 2015 y hay niñas que todavía reciben como juguete una tabla de
planchar, una cocinita, una escoba. Sigo pensando un poco en voz alta y me
acuerdo de María, 9 años, una nena que me contó que empezó un taller de
escritura creativa porque sueña con poesías. Esa nena, en otra charla, confesó
que a ella no le gustan las princesas de los cuentos. “Yo si fuera princesa me
salvaría sola, no esperaría que venga el príncipe”, explicó.
La desigualdad está manifiesta en nuestras estructuras y
prácticas cotidianas. "Una situación que se ha creado a través del tiempo,
puede deshacerse en otro tiempo", dice Simona de Beauvoir. Por eso, si
alguna vez tengo una hija, me gustaría que no tenga miedo de andar sola, que no
sienta que si es de noche tiene que estar acompañada de un tipo confiable para
que otros tipos no la lastimen o le hagan algo malo. Que no piense que se tiene
que vestir de tal o cual manera para no provocar reacciones peligrosas. Si
alguna vez tengo una hija me gustaría que no tenga que cuidarse por ser mujer.
Me gustaría que sea como ella elija ser, que desee libremente y construya su
idea de felicidad a su antojo. Que no esté pendiente de lo que otros esperan de
ella. No hay un solo modo de ser mujer. Una mujer no es mejor porque tenga
hijos, se case, planche, lave, cocine y abra la puerta para ir a jugar.
El 3 de junio voy a participar de la convocatoria por el
#NiUnaMenos. Por la implementación de la ley 26.485, de Protección Integral
contra la Violencia hacia las Mujeres, que obliga al Estado a implementar un
Plan Nacional de Acción para la Prevención, la Asistencia y la Erradicación de
la Violencia contra las Mujeres.
Una marcha no evita que se terminen los femicidios. Una
marcha no hace que dejemos de aparecer en bolsas de consorcio, enterradas en el
patio de un varón que creímos pareja -de par, a la par- o muertas producto de
un aborto clandestino.
La marcha exige que el Estado diseñe políticas públicas que
nos cuiden. Una marcha hace que las mujeres que sufren violencia busquen ayuda,
que las familias no se mantengan indiferentes. Una marcha visibiliza este
problema que tenemos todos, hombres y mujeres.
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