Estufa
Cuando tenía
diez años
Nos mudamos
a una casa con estufa a leña
Yo no sabía
qué era el fuego
Hasta que mi
padre me llevó a cortar leña
Nos metimos
en el monte
Él tenía un
machete
Yo una bolsa
de arpillera
Cortó ramas
altas de una acacia
La mejor
brasa, dijo
Volvimos
cansados y sucios
Encendimos
el fuego.
Allí se hizo
la cena
Y no me
despegué más
De las
llamas
De la madera
Del calor
Mi primer
invierno
Lo pasé
quemando cosas
Soldados de
plástico
Las muñecas
de mi hermana
Pan viejo
Insectos
El pelo
acumulado en el cepillo de mi madre
Aceite de
moto
Las cuerdas
con que ataban A los pollos de las patas
Un reloj de
pulsera
Un cuaderno
doble raya
Con un poema
de Constancio C. Vigil
Hasta una
medalla que había ganado en karate en el 86
Todo era vencido
por el amarillo
Todo mudaba
de forma
Derretido
A la mañana
Buscaba en
los restos del incendio
Los objetos
incinerados
Es curioso
lo que le hace el fuego
A la gente
La vuelve
silenciosa
Y lenta
Nada me
detuvo
Salía a
buscar más y más leña
Hasta que un
día tosí
Y un dolor
horrendo me cruzó la espalda
Caí rendido
en una cama
Y la fiebre
me devoró
Sentía la
congestión
El agua en
los pulmones
Golpetear
sin tregua
Siempre
Por las
noches
Una vez vino
a verme
Mi maestra
de quinto año
Ahí supe que
era grave
Que la vida
es frágil si uno se aferra
Con
desesperación a la fe
Los excesos
Dijo mi
padre
Te matan de
a poco
Pero hacen
los detalles
Por los que
te recuerda la gente.
Fuego
entonces
llegó el fuego
desde las
raíces saltaron pequeñas criaturas
encendidas
los pájaros
volaron a tiempo
y llegó a
través de las ramas secas
de la basura
plateada
de las cañas
erizadas
de los
puentes de metal
llegó el
fuego sobre el agua
más allá del
crujido
de los
huesos
llegó y fue
rojo
todo ardió
la piel
estremecida
se replegó
el nervio
atento
se dio por
vivo
alerta
ahora el
frío era cosa nueva
igual que el
sueño
que el lado
cruel de la luna
igual que
todo
entonces
llegó el fuego
ahora todo
era llama
brasa
chispa
brote
amarillo.
***
Hoy que la noche está linda para prender un fuego recordé estos dos poemas del libro After Shave del escritor uruguayo Sebastián Pedrozo. Pronto compartiré más de su poesía. ¡Gracias, Sebastián!
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