Sunday, July 21, 2024

La resistencia de la imaginación - Alexandra Kohan

Fui invitada al Festival delle Periferie que se realiza próximamente en Roma. El tema de este año es la imaginación. El argumento del festival dice –traduzco yo, torpemente–: “¿Existe todavía, en nuestro tiempo y en nuestro mundo, incluido el de la exploración exoplanetaria, un lugar, físico o mental, que posea las características de un lugar radical, una zona blanca sin nombre en el mapa de lo conocido, donde uno pueda experimentar el asombro, ejercitar la imaginación? ¿Una periferia de algún tipo –incluida una disciplina–, capaz de desencadenar revoluciones paradigmáticas y albergar nuestros imaginarios divergentes?”. El argumento del festival es un texto absolutamente actual, político y, por eso mismo, potente. Es, en sí mismo, un llamado a la imaginación. Quiero decir que tiene un sesgo performático; ahí donde apenas uno lo lee, queda imaginando, queda en estado de imaginación. Y es que, antes que nada, el argumento se sostiene en interrogaciones. En un mundo lleno de certezas, de tonos altos y estridencias, de respuestas a preguntas que no se formularon, el solo hecho de sostener una pregunta ya da un respiro, ya produce un alivio y suscita una especie de disposición del cuerpo hacia el entusiasmo. Una pregunta, tan solo una pregunta, puede sacar al cuerpo del adormecimiento habitual con el que circula. Una pregunta, tan solo una pregunta, puede, sin dudas, dispersarnos y provocar, entonces, el encanto de imaginar. Una pregunta que no necesariamente esté para ser contestada, sino que simplemente suscita inquietud, zozobra, un leve cosquilleo en el cuerpo: todavía hay algo posible. Se trata, todavía, de un empuje hacia un horizonte posible. No lo pienso como un territorio a conquistar, sino como un borde, una orilla, un pequeño montículo de tierra en medio de la inmensidad de un mar que se pone, por momentos, hostil o demasiado tumultuoso. Un incipiente asomo de futuro, de más allá. Un más allá que escribe, no una respuesta, sino un enigma.

En un mundo que se derrumba, en un mundo en el que las imágenes nos asedian de manera incesante, paradójicamente, ya casi no hay lugar para la imaginación. En tiempos de tonos asertivos, de respuestas automáticas, ya casi no hay lugar para preguntas. En un mundo lleno de información ensordecedora, ya casi no hay lugar para la invención singular. ¿Cómo resistir al avance estrepitoso de la deshumanización tan propia del capitalismo devorador? ¿Cómo resistir ante el avance estrepitoso de las imágenes prefabricadas y el brillo enceguecedor de las pantallas? ¿Cómo deponer la mirada ante la obscenidad de las imágenes que pululan imparables? Podríamos parafrasear esas líneas de Casablanca y decir “El mundo se derrumba y nosotros imaginamos” o, también, “Siempre nos quedará la imaginación”. Vuelvo entonces sobre el texto del Festival: “¿Existe todavía, en nuestro tiempo y en nuestro mundo, incluso un exoplanetario, un lugar, físico o mental, que posea las características de un lugar radical, una zona blanca sin nombre en el mapa de lo conocido, donde uno puede experimentar asombro? ¿o ejercitar la imaginación?”. Creo que sí, que aún existen espacios en donde el asombro, la sorpresa y la posibilidad de desencadenar pequeñas pero potentes revoluciones, tienen lugar. Pienso por caso en el psicoanálisis, en la ficción y en lo político. Se trata de tres espacios que, justamente, no están hechos. Hay que hacerlos, cada vez, no están dados. No son simplemente un lugar al que uno se retira solo, para después volver al mundanal ruido. Son pequeños intersticios que se pueden hacer en medio del mundanal ruido. No se trata de una utopía de fuga hacia la soledad, en donde nadie nos afecte. Se trata, en cambio, de un ejercicio de invención que incluye a los otros.


La resistencia de la imaginación

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