Te colma con la esencia suave
de flores desaparecidas, se transforma
en un hilo filoso como un pelo que seguís
desde el frasco de miel sobre la mesa
hasta la puerta, por el piso,
y que todo el tiempo se espesa,
se hace más hondo y salvaje, bordeado
de ramas de pinos y de piedras húmedas,
de huellas de ocelotes y de osos, hasta que
bosque adentro
te encaramás a un árbol, arrancás la corteza,
y flotás, tragando panales que chorrean,
trozos de árbol, abejas aplastadas — un sabor
hecho de todo lo perdido, en el que todo lo perdido se encuentra.
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