2
He llegado a un hotel tan
ruinoso como mi alma antes del viaje.
Suelen llamar café al
brebaje que preparan por la mañana
y no existen cerraduras en
las puertas.
La felicidad debe parecerse
bastante
a este estado de exposición a
los detalles
y a una oscura revancha sobre
"los elementos del desastre".
El tarareo del mar llega
hasta mi hamaca
y el salitre hasta la máscara
de mi pobre memoria.
La soledad tiene patas de
ángel en este lugar;
no escribirá nada, no puede
escribir nada,
pero acribillará a preguntas
mi pasión por lo astroso.
Desde acá, las ciudades
son arcaicas esculturas de
asfalto y de vidrio
iluminadas por las
matemáticas,
como lo son los durazneros
por la estructura musical
del viento al anochecer.
3
Hoy vino la muerte. Es bella
y callada
pero los gatos se asustaron.
Se llevó a Concepción, la
tejedora
de la casa amarilla junto al
mercado.
Se la ve pequeñita y oscura -como una lenteja-
dentro del bote,
el bote que empujarán a la
corriente, al río del río.
Antes la cubrimos de muñecos
de trapo,
coloridos, imperfectos y
torpes, como la vida.
El sol brilla como el de los
tapices
y los perros tienen los ojos
cenicientos y solemnes
como los míos.
Ojos de ceremonia y de
señuelo.
Hoy vino la muerte. Desandamos
juntas
el sendero hasta el cruce.
Es turbia y neutral, como el
río,
como mi tazón de aluminio,
como mi corazón
que es todo río.
4
Si el mundo me invita a un
café esta mañana,
podré sobrevivir.
Después de todo, nadie más
que el viento
me trajo hasta aquí. El
viento y la locura
de hablarle en voz alta, sin
pedirles permiso
a los dioses de arena.
"No amé a quienes amé lo
suficiente".
(tan sólo con reconocerlo
podría regresar.)
El exilio es una perla
barroca
pero el destierro un túmulo
orgulloso de sus frases
inconclusas.
Las hojas del banano le dan
una desganada frescura
a mi rincón (a mi mirada).
Veo a la vida como algo
desenfocado y hermoso.
Un bosque que susurra,
sólo hay que esforzarse por
escuchar.
de Hospital de veteranos
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