Monday, October 02, 2017

Martín Pucheta sobre *Hay leña*

Pucheta, poeta que quiero y admiro mucho, me sorprende con esta lectura tan tan generosa y atenta. Gracias por tus palabras, Puche. Leerte siempre es muy emocionante. Pronto prendamos fuego algo.

✊ 🔥 💛



«Sobre HAY LEÑA de JIMENA ARNOLFI
(no sé si es una reseña; diría, más bien, una releña)
Bello, firme en su paz, delicado en sus peligros, no sé, pero me alegró la mañana el último libro de Jimena Arnolfi.
Creo que en “HAY LEÑA” se potencia la luz de sus publicaciones anteriores, como si Jimena hubiera encontrado la manera, la “técnica sutil” para pasar de una lámpara de 70 watts a una de 110.
Frente a las malezas de teatralizadas (cuando no ridículas) altisonancias melíferas, que siempre acechan, las llamas leñosas purifican, limpian el campo, despejan, y el humo se siente: en el aire, en el pelo, en la ropa, en las manos, en los ojos. Instaura una distancia más acuciante.
Traté de conjeturar para mí "cómo hizo" y se me cruzó por la cabeza lo siguiente: la estética como un proceso de equilibrio ético. Estos poemas, esta primer lectura me hizo volver a la sospecha de que escribir poemas firmes, bellos, delicados, dependen, o penden, prácticamente, realmente, de una elección de vida, de vida "contempóranea", pero en el sentido en que usan “contemporáneo” Nietzsche y Agamben, o sea, de una manera intempestiva, crítica (y crítica por íntima), a contracorriente, extemporánea, un a destiempo pero para recuperar o crear otro tiempo. Es, posiblemente, la vida que Jimena elige hoy en los suburbios montunos de Gualeguaychú, y que consagra su deseo en estos poemas. Lo que comporta esa elección “tiene que ver”, claro, con el lenguaje elegido y quizá “tiene que ver y ve” por las palabras elegidas. O acaso, a ese orden de vida luchado, sostenido, resistido, es inherente encontrar el lugar de la palabra, su hacerse verso fogoneado por la misma experiencia. O, dicho de otro modo, a esa propia virtud, a esa apuesta valiente, le es inherente el fruto poético, que es a la vez su causa. No en vano, es citado Juanele en el prólogo. Entonces, palabra elegida por vivida: el sentido sentido.
Evidentemente, le estoy dando vueltas a la cosa, y me dan vuelta los poemas cuando si digo que los doy vuelta.
Éstas son unas primeras impresiones que conforman apenas un gesto indicativo, una invitación hacer fogón alrededor de esta leña, la que hay. Es la alegría de las primeras lecturas, a solas, esas que, cuando se dan, te hacen salir disparado a querer compartir, mostrar.
Y agrego, por ahora, cualquier cosa después lo borro o lo tiro al fuego: es como si en cada poema de “Hay leña”, al final, se lograra el milagro de tensar al máximo la cuerda. Y el peligro, entonces, de dar siempre en el blanco.
Con su tono aparentemente llano y conversacional, estos poemas te extreman. O es justamente ese tono cotidiano, por el que puede asomarse lo siniestro, con el que tenemos que animarnos a hablar de eso que no podemos, o que cuesta, "con un asunto muy serio en mitad del pecho", porque "apenas acierta la calma del sentido", porque "escribimos lo que no sabemos tocar".
Estos poemas son cámaras de resonancia crítica (“y quede el oyente temblando”, diría Vicente): ante las habladurías del mercado, ante las ofertas y demandas de felicidad confortable, de la individualidad sin lazo y sin diálogo, Jimena plantea (y planta) una alegría picante, así:
“Sería más fácil para el olvido
que pase el temporal, hoy
quiero ser más fuerte.”
o, también así
“La distancia me hace sentir fuerte, no feliz.”
Alegría de la leña, no del calefactor. Alegría crepitante: frente al poema, somos todo ojos y todo oídos ("El monte reclama un ojo activo").
HAY LEÑA, para prendernos vivos.

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Pd: Jimena me dio el libro ayer en la Jornada de lucha por Santiago. Yo le había preguntado donde podía conseguir su nuevo libro en la marcha anterior… 💚»

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