Tuesday, August 22, 2017

Algunas notas de Maurice Blanchot ✍ ✎ ✏ ✐



→ Escribir es hacerse eco de lo que no puede dejar de hablar. Y por eso, para convertirme en eco de alguna manera debo imponerle silencio. A esa palabra incesante agrego la decisión, la autoridad de mi propio silencio. Vuelvo sensible, por mi mediación silenciosa, la afirmación ininterrumpida, el murmullo gigantesco sobre el cual, abriéndose, el lenguaje se hace imagen, se hace imaginario, profundidad hablante, indistinta, plenitud que es vacío.


→ Y en eso, misteriosamente, la escritura ligada sin embargo al desarrollo de la prosa, cuando el verso deja de ser un medio indispensable de la memoria, la cosa escrita se muestra esencialmente próxima a la palabra sagrada, de la que parece trasladar a la obra su extrañeza, de la que hereda la desmesura, el riesgo, la fuerza que escapa a todo cálculo y que rechaza toda garantía. Como la palabra sagrada, lo que está escrito viene no se sabe de dónde, no tiene autor ni origen y, por ello, remite a algo más original.


→ Toda palabra originaria, aunque sea el momento más dulce y secreto, es porque nos antecede infinitamente, lo que estremece y más nos exige: como el más tierno despertar del día en que se declara con toda violencia de una primera claridad, y como la palabra oracular que nada dicta, que no obliga en nada, que ni habla incluso, pero que hace de este silencio el dedo imperiosamente dirigido hacia lo desconocido.

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