la
madre envuelve su magro seno con lana de oveja
negra.
Y el seno ya no es más
el
sitio de la ternura.
Agotada
la dulce leche, la madre hace el ancestral rito
del
destete:
el
niño viene y encuentra
el
animal de lana negra en el pecho amado
donde
sólo el viejo pezón nutricio
asoma
todavía como una provocadora
trampa.
El
niño huye escarmentado
y
ahíto
de
su primer gran miedo.
Su
amor renacerá de ese miedo. Y ella
será
la madre
que
le temblará siempre en la boca.
(Gracias a Natalia Leiderman por recordar este poema)
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