De
las voces de los vecinos y los platos
al
ser recogidos
en
largas noches de verano
con
las ventanas abiertas
mientras
nos sentábamos en las escaleras de servicio
fumando
y tomando cerveza.
El
recuerdo de ese momento,
tan
dulce al principio,
en
que los dos hablamos sin parar
hasta
que las estrellas nos hicieron callar.
Nos
acercamos
y
aferramos uno al otro
como
si de pronto corriéramos peligro.
Sólo
esa vez, no reconocí
tu
voz, ni me atreví
a
mirar tu cara
mientras
hablabas de que nacimos
con
muy pocos propósitos visibles.
No
pude pensar en nada qué decir.
La
música por encima, la noche fría.
*Gracias a María Folatelli conocí este poema.
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