Monday, April 11, 2016

Uno de Pessoa

¿El misterio de las cosas? ¡Qué sé yo qué es el misterio!
El único misterio es que haya quien piense en el misterio.
Quien está al sol y cierra los ojos
al principio no sabe qué es el sol
y piensa muchas cosas llenas de calor.
Después abre los ojos y ve el sol
y no puede pensar en nada
porque la luz del sol vale más que los pensamientos
de todos los filósofos y de todos los poetas.
La luz del sol no sabe lo que hace
y por eso no yerra y es común y es buena. 

¿Metafísica? ¿Qué metafísica tienen esos árboles?
La de ser verdes, la de tener copa y ramas,
y la de dar fruto a su hora, y eso no nos hace pensar
que no sabemos darnos cuenta de ellos.
¿Habrá mejor metafísica que la suya
de no saber para qué viven
ni saber que no lo saben? 

«Constitución íntima de las cosas»...
«Sentido íntimo del universo»...
Todo eso es falso, todo eso no quiere decir nada.
Increíble, que se puedan pensar cosas así.
Es como pensar en razones y fines
cuando empieza a rayar la mañana y allá por la arboleda
un vago oro lustroso va perdiendo oscuridad. 

Pensar en el sentido íntimo de las cosas
es exagerado como pensar en la salud
o llevar un vaso al agua de las fuentes.  
El único sentido íntimo de las cosas
es que no tengan sentido íntimo ninguno.  

No creo en Dios porque nunca lo vi.
Si él quisiera que yo creyera en él
vendría sin duda a hablar conmigo,
y cruzada mi puerta, casa adentro,
me diría: ¡Aquí estoy! 

(Esto tal vez suene ridículo al oído
de quien, por no saber lo que es mirar las cosas,
no entiende al que habla de ellas
con el modo de hablar que el observarlas enseña). 

Pero si Dios es las flores y los árboles
y los montes y el sol y la luna, 
entonces creo en él,
entonces creo en él en todo instante
y mi vida es toda una oración y una misa
y una comunión con los ojos y por los oídos.

Pero si Dios es los árboles y las flores
y los montes y la luna y el sol
¿por qué le llamo Dios?
Le llamo flores y árboles y sol y luna y montes;
porque si él se hizo, para que yo lo viese,
sol y luna y montes y árboles y flores,
si él aparece como árboles y monte,
y luna y sol y flores
es porque quiere que yo le conozca
como árboles y montes y flores y luna y sol. 

Y por eso obedezco
(¿qué más sé yo de Dios que Dios no sepa de sí mismo?).
Le obedezco al vivir tan espontáneamente
como quien abre los ojos y ve,
y le llamo luna y sol y flores y árboles y montes,
y le amo sin pensar en él,
y lo pienso al ver y oír, 
y ando siempre con él.

*
de El guardador de rebaños, Poemas de Alberto Caeiro, Fernando Pessoa.

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