Hicimos lo que se nos dio la gana.
Nos libramos de sueños, prefiriendo la industria
pesada de cada uno, y le abrimos las puertas al dolor
y al hábito imposible de quebrar lo bautizamos "ruina".
Ahora estamos acá.
Está lista la cena y no podemos comer.
La carne está apoyada sobre ese lago blanco que es el plato.
El vino espera.
Llegar a esto
tiene sus recompensas: nada se nos promete y nada se nos quita.
Y no tenemos corazón ni nada que nos salve,
ningún lugar adonde ir, ni tampoco razón para quedarnos.
Mark Strand, del libro "Me va a encantar el siglo XXI", traducción de Ezequiel Zaidenwerg
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