Entre tiendas de flores y de zapatos, bares
mercados, boutiques,
viajo
en un colectivo Estrada de Ferro-Leblon.
Vuelvo al trabajo, la noche en medio,
fatigado de mentiras.
El colectivo se sacude. Adiós, Rimbaud,
reloj de lilas, concretismo,
neoconcretismo, ficciones de la juventud, adiós
que la vida
yo la compro al contado a los dueños del mundo.
Bajo el peso de los impuestos, el verso se sofoca,
la poesía responde ahora a un interrogatorio policial-militar.
Le digo adiós a la ilusión
pero no al mundo. Y pero no a la vida,
mi reducto y mi reino.
Del salario injusto,
del castigo injusto,
de la humillación, de la tortura,
del terror,
retiramos algo y con eso construimos un artefacto
un poema
una bandera
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