Wednesday, March 30, 2016

Carta a Mariana - Jorge Teillier

¿Qué película te gustaría ver?
¿Qué canción te gustaría oír?
Esta noche no tengo a nadie
a quien hacerle estas preguntas.

Me escribes desde una ciudad que odias
a las nueve y media de la noche.
Cierto, yo estaba bebiendo,
mientras tú oías Bach y pensabas volar.

No creí que iba a recordarte
ni creí que te acordarías de mí.
¿ Por qué me escribiste esa carta?
Ya no podré ir solo al cine.

Es cierto que haremos el amor
y lo haremos como me gusta a mí:
todo un día de persianas cerradas
hasta que tu cuerpo reemplace al sol.

Acuérdate que mi signo es Cáncer,
pequeña Acuario, sauce llorón.
Leeremos libros de astrología
para inventar nuevas supersticiones.

Me escribes que tendremos una casa
aunque yo he perdido tantas casas.
Aunque tú piensas tanto en volar
y yo con los amigos tomo demasiado.

Pero tú no vuelves de la ciudad que odias
y estás con quién sabe qué malas compañías,
mientras aquí hay tan pocas personas
a quien hacerles estas simples preguntas:

«¿Qué canción te gustaría oír,
qué película te gustaría ver?
¿ y con quién te gustaría que soñáramos
después de las nueve y media de la noche?».

De "Para un pueblo fantasma" - Chile, 1978

Bajo el cielo nacido tras la lluvia - Jorge Teillier

Bajo el cielo nacido tras la lluvia
escucho un leve deslizarse de remos en el agua,
mientras pienso que la felicidad
no es sino un leve deslizarse de remos en el agua.
O quizás no sea sino la luz de un pequeño barco,
esa luz que aparece y desaparece
en el oscuro oleaje de los años
lentos como una cena tras un entierro.
O la luz de una casa hallada tras la colina
cuando ya creíamos que no quedaba sino andar y andar.
O el espacio del silencio
entre mi voz y la voz de alguien
revelándome el verdadero nombre de las cosas
con sólo nombrarlas: «álamos», «tejados».
La distancia entre el tintineo del cencerro
en el cuello de la oveja al amanecer
y el ruido de una puerta cerrándose tras una fiesta.
El espacio entre el grito del ave herida en el pantano,
y las alas plegadas de una mariposa
sólo la cumbre de la loma barrida por el viento.
Eso fue la felicidad:
dibujar en la escarcha figuras sin sentido
sabiendo que no durarían nada,
cortar una rama de pino
para escribir un instante nuestro nombre en la tierra húmeda,
atrapar una plumilla de cardo
para detener la huída de toda una estación.
Así era la felicidad:
breve como el sueño del aromo derribado,
o el baile de la solterona loca frente al espejo roto.
Pero no importa que los días felices sean breves
como el viaje de la estrella desprendida del cielo,
pues siempre podemos reunir sus recuerdos,
así como el niño castigado en el patio
entrega guijarros para formar brillantes ejércitos.
Pues siempre podemos estar en un día que no hay ayer ni mañana,
mirando el cielo nacido tras la lluvia
y escuchando a lo lejos
un leve deslizarse de remos en el agua.

Soy alguien que camina - Ariel Williams

Soy alguien que camina. Es la única definición
que puedo dar de mí. Caminar es avanzar un paso
después de otro. Eso es lo único que hay. Por un
barrio, por unas calles, por unas afueras: un paso
arriba de un pedazo de tierra y algunas piedras, un
paso saltando una raya que separa dos baldosas.
Y otro paso. Al final a veces llego a casa. Casa no
es el lugar adonde vivo.
Veo unos postes de luz con sus filas tan bellas de
cables. Detrás está el cielo azul del final de la tarde.
Detrás de ese cielo no hay una Mirada. Nadie que
diga: "Estás ahí".
Necesito un método.
Voy a tomar vino en el bar. Ahí hay varios que
darían esta definición de sí mismos: soy un vaso
después de otro vaso.

Thursday, March 24, 2016

Un día nos reuniremos - Tilo Wenner



Tilo Wenner nació en General Galarza, Entre Ríos, el 3 de febrero de 1931. Era poeta, periodista y tipógrafo. En 1976, la última dictadura militar argentina lo secuestró, lo torturó, lo asesinó y quemó su último libro "Ejercicios para no llorar en vano". Hoy marchamos todos juntos por la memoria, la verdad y la justicia. Comparto uno de los poemas de Tilo: "Un día nos reuniremos".

* * * * * * * * * *

Un día nos reuniremos gran suma de minúsculas
despiertas y conmovidas
Entonces derribaremos las puertas del tiempo injusto
Y no habrá nadie entre nosotros que llore por causa
de los ídolos mimosos
Nadie entre nosotros que nos delate con su canto de sirena
a los señores de la infecundidad porque habremos cerrado
tanto nuestras filas que toda la ternura será nuestra
Entonces no habrá nadie entre nosotros con empacho divino
Los curanderos se comerán sus yerbas y se ahorcarán
con sus cintas de medir
Nadie rebelará nuestro poder porque seremos todo el poder
No volveremos nuestros rostros cuando los niños nos sonrían
iremos de nuevo a la escuela con ellos
Entonces no habrá entre nosotros ningún indeciso
Los reclutadores se quedarán sin sueños en el infierno
que les dejaremos por herencia
No nos sentaremos a medianoche en la cama a preguntarnos
sueño o estoy despierto?
Los mesías del valle no podrán ir a las montañas
porque ellas también serán libres
No dejaremos crecer las alas de ningún pichón de águila
Destetaremos los terneros mañosos
Un día nos reuniremos y romperemos todos los contratos
de la providencia, siempre oportuna en desviar el agua
y el aire de nosotros
No habrá invitados especiales entre nosotros
Decidiremos el mundo entre todos

Wednesday, March 23, 2016

Un texto de Sara Paoletti*







Hace unos fines de semana fui a visitar a Jime a su nueva vida en el campo. Pasamos unos días hermosos, rodeadas de perros y libros y vasos de vino con soda. Una de las noches, antes de dormir, me acerqué a la biblioteca que había en mi habitación improvisada para llevarme un libro a la cama. Miré los estantes torciendo la cabeza y elegí uno, no recuerdo cuál, ese dato quedó en la sombra. Me metí entre las sábanas frías apenas calentadas por el cuerpito de la Yoli -la perra más simpática del mundo- con el plan de leer hasta quedarme dormida. Cuando lo abrí, encontré una fotocopia doblada en cuatro. La desplegué y entonces se abrió ante mí, perfecto, el recuerdo de un momento compartido con Jimena cuando éramos compañeras de trabajo. Paradas cerca de la fotocopiadora, yo sacaba de mi billetera un recorte publicado en Página/12 del que ya le había hablado. Era un recordatorio de Enrique Osvaldo Berrotea desaparecido el 9 de mayo de 1977. Lo había conservado porque me había llamado la atención su texto, una mezcla de humor negro y nostalgia: “Hola guacho ¿cómo andás? Para vos nunca pasan los años. A mi ya me están saliendo canas y vos siempre con la misma cara.” Jimena también quiso tenerlo. Lo fotocopió, lo dobló y lo guardó en su cartera, posiblemente en el libro que estaba leyendo por esos días. Allí permaneció todo este tiempo hasta que, por obra del azar que vaya a saber si lo es, lo encontré. Tapada hasta la nariz me quedé dormida.

La semana pasada, caminando por el barrio en un recorrido habitual, desde la casa del Pelado a la mía, me topé con una de esas baldosas que ponen los familiares y amigos de los desaparecidos en las casas donde vivieron o donde fueron secuestrados o donde, como en este caso, estudiaron. Un mojón de memoria. Pasé un millón de veces por ahí y nunca le presté atención a ese pedazo de cemento con letras y piedritas de colores. Pero ese día sí. Otra vez el azar. Leí los nombres de los seis estudiantes que hoy siguen desaparecidos. Entonces creí reconocer a Enrique. Le saqué una foto con el celular para verificar cuando llegara a casa si realmente se trataba de la misma persona, "la misma cara". Efectivamente, era él.

Pensé en cómo, casi sin querer, Jimena, Enrique y yo somos parte de la trama de un encaje invisible y luminoso.


Mayo de 2015

*Sara Paoletti nació en La Rioja, aunque no se note porque no arrastra las erres. Dice que le gustaría escribir las cosas que sueña, que son muchas. Y pequeños recuerdos familiares. Y escenas de la vida cotidiana. El otro día, por ejemplo, vio llorar a un taxista en el semáforo. Se limpiaba las lágrimas con un pañuelo de tela.


(Nota que agrego yo: además es mi amiga, la admiro y la quiero mucho)

Sunday, March 20, 2016

3 poemas de Mark Strand

Llegar a esto

Hemos hecho lo que queríamos.
Hemos desechado sueños y preferido nuestra mutua
industria pesada, y hemos dado la bienvenida a la aflicción
y llamado ruina al inaguantable hábito de la ruptura.

Y ahora henos aquí.
La cena está servida y no podemos comer.
La carne se asienta en el blanco lago de su plato.
El vino espera.

Llegar a esto
tiene su recompensa: nada se promete, nada se quita.
No tenemos confianza ni mérito,
ningún lugar al que ir, ninguna razón para quedarnos.

+

Según lo que dices

Todo está en la mente, dices, y no tiene
nada que ver con la felicidad. La llegada del frío,
la llegada del calor, la mente tiene todo el tiempo del mundo.
Tomas mi brazo y dices que algo va a pasar,
algo raro para lo que siempre estuvimos preparados,
como el sol llegando un día después en Asia,
como la luna partiendo después de pasar una noche con nosotros.

+

Restos

Me vacío de los nombres de los otros. Vacío mis bolsillos.
Vacío mis zapatos y los dejo al borde del camino.
De noche retraso los relojes;
abro el álbum de familia y me contemplo de niño.
¿De qué sirve todo esto? Las horas han hecho su trabajo.
Pronuncio mi nombre. Y digo adiós.
Las palabras siguen al viento una tras otra.
Amo a mi mujer pero la envío lejos.
Mis padres se levantan de sus tronos
hacia lechosos cuartos de nubes. ¿Cómo puedo yo cantar?
El tiempo me dice lo que soy. Cambio y soy el mismo.

Me vacío de mi vida y mi vida permanece.

Algunos poemas de Eugenio Montale

Encuentro 

Vacilamos un momento
y poco después reconocemos
que tenemos la misma enfermedad.
No existe una definición
para esta admirable tortura,
hay quién la llama spleen
y quién melancolía.
Pero si aceptamos el juego
en los márgenes encontramos
una señal inteligible
que puede dar sentido a todo.

Versión Jorge Aulicino

+

La felicidad

Ayer sentí que el invierno me tenía
reservada una feliz sorpresa.
Develabas mis pensamientos en voz alta.
-¿Y si la vida fuese un misterio vano?
-Permanece en tu elíseo, no seas cruel
con ese vago sentimiento de esperanza
que a nosotros, solo, nos queda. Otra cosa
es la felicidad. Existe, tal vez,
pero no la conocemos.

Versión Jorge Aulicino

+

Elogio de nuestro tiempo

No se puede exagerar bastante
la importancia del mundo
(del nuestro, quiero decir)
probablemente el único
en que se puede
matar con arte y crear también
obras de arte destinadas a vivir
el lapso de una mañana, si bien hecha
de milenios y hasta más. No, no se puede
magnificarlo bastante. Sólo
que debemos darnos prisa
porque podría no estar lejana
la hora en que se infló más de la cuenta,
según un conocido apólogo, la rana.

Versión Fabio Morábito

+

Después de la lluvia

Sobre la arena mojada aparecen ideogramas
como patas de gallina. Miro hacia atrás
pero no veo refugios o asilos de aves.
Habrá pasado un pato cansado, quizá cojo.
No sabría descifrar ese lenguaje
aunque fuera chino. Bastará un soplo
de viento para borrarlo. No es cierto
que la Naturaleza sea muda. Habla sin ton ni son
y la única esperanza es que no se ocupe
demasiado de nosotros.

Versión Carlos Vitale


Lluvia - Raúl González Tuñón

Entonces comprendimos que la lluvia también era hermosa.
Unas veces cae mansamente y uno piensa en los cementerios
abandonados. Otras veces cae con furia, y uno piensa en los
maremotos que se han tragado tantas espléndidas islas de extraños
nombres.
De cualquier manera la lluvia es saludable y triste.
De cualquier manera sus tambores acunan nuestras noches y la
lectura tranquila corre a su lado por los canales del sueño.
Tú venías hacia mí y los otros seres pasaban:
No habían despertado todavía al amor.
No sabían nada de nosotros.
De nuestro gran secreto.
Ignoraban la intimidad de nuestros abrazos voluptuosos, la ternura
de nuestra fatiga.
Acaso los rostros amigos, las fotografías, los paisajes que hemos
visto juntos, tantos gestos que hemos entrevisto o sospechado, los
ademanes y las palabras de ellos, todo ha desaparecido 

y estamos solos bajo la lluvia, solos en nuestro compartido,
 en nuestro apretado destino, en nuestra posible muerte única, 

en nuestra posible resurrección.
Te quiero con toda la ternura de la lluvia.
Te quiero con toda la furia de la lluvia.

Te quiero con todos los tambores de la lluvia.
Te quiero con todos los violines de la lluvia.
Aún tenemos fuerzas para subir la callejuela empinada. Recién
estamos descubriendo los puentes y las casas, las ventanas y las
luces, los barcos y los horizontes.
Tú estás arriba, suntuosa y bíblica,
pero tan humana, increíble, pero, tan real, numerosa, pero tan mía.
Yo te veo hasta en la sombra imprecisa del sueño.
Oh, visitante.
Ya es seguro que ningún desvío nos separará.
Iguales luces señaleras nos atraen hacia la compartida vida, hacia el
destino único.
Ambos nos ayudaremos para subir la callejuela empinada.
Ni en nuestra carne ni en nuestro espíritu nunca pasaremos la línea
del otoño.
Porque la intensidad de nuestro amor es tan grande, tan poderosa,
que no nos daremos cuenta cuando todo haya muerto, cuando tú y yo
seamos dos sombras, y todavía estemos pegados, juntos, subiendo
siempre la callejuela sin fin de una pasión irremediable.
Oh, visitante.
Estoy lleno de tu vida y de tu muerte.
Estoy tocado de tu destino.
Al extremo de que nada te pertenece sino yo.
Al extremo de que nada me pertenece sino tú.
Sin embargo yo quería hablar de la lluvia, igual, pero distinta, ya al
caer sobre los jardines, ya al deslizarse por los muros, ya al reflejar
sobre el asfalto las súbitas, las fugitivas luces rojas de los
automóviles, ya al inundar los barrios de nuestra solidaridad y de
nuestra esperanza, los humildes barrios de los trabajadores.
La lluvia es bella y triste y
acaso nuestro amor sea bello y triste 

y acaso esa tristeza sea una manera sutil de la alegría. 
Oh, íntima, recóndita alegría.
Estoy tocado de tu destino.
Oh, lluvia. Oh, generosa.


Y no se hable de mi corazón - Raúl González Tuñón

Nosotros tenemos además estaciones abandonadas, pozos de petróleo
y escuelas rurales, como en los cuentos de Bret Harte.

Pero lo que no tenemos es la alegría verdaderamente constante,
la risa verdaderamente pura,
el corazón verdaderamente libre.

Y no se hable de mi corazón.
Yo quisiera
anunciar la función de los circos
dando puñetazos a las estrellas rojas.

Yo quisiera escupir los vidrios de un expreso de lujo
para que rabien los millonarios.

Yo quisiera interrumpir todas las comunicaciones telefónicas
para ver si encuentro una palabra, una sola palabra para mí
y abrir toda la correspondencia del mundo por ver si alguien
una sola persona tiene un recuerdo, un solo recuerdo para mí.

Yo quisiera explotar una bomba, derrocar un gobierno,
hacer una revolución con mis manos amigas del
cristal, de la luz, de la caricia
–destruir todas la tiendas de los burgueses
y todas la academias del mundo–
y hacerme un cinturón bravío de rutas
inverosímiles como Alain Gerbault

para que venga Blanca Luz y me ame.



Fragmento de Escrito sobre una mesa de Montparnasse,
de Raúl González Tuñón

Me gusta